28 abr 2013

Lord Alfred Tennyson "La Dama de Shalott"


I
En las orillas del río, durmiendo,
grandes campos de cebada y centeno
visten colinas y encuentran al cielo;
a través del campo, marcha el sendero
hacia las mil torres de Camelot;
y arriba, y abajo, la gente viene,
mirando a donde los lirios florecen,
en la isla que río abajo aparece:
es la isla de Shalott.
Tiembla el álamo, palidece el sauce,
grises brisas estremecen los aires
y la ola, que por siempre llena el cauce,
por el río y desde la isla distante
fluye que fluye, hasta Camelot.
Cuatro muros grises: sus grises torres
dominan un espacio entre las flores,
y en el silencio de la isla se esconde
la dama de Shalott.
Tras un velo de sauces, por la orilla,
a las pesadas barcas las deslizan
unos lentos caballos; y furtiva,
una vela de seda traza huidiza,
surcos de espuma, hacia Camelot.
Pero ¿ quien la vio nunca saludando?
¿o en la ventana de su estudio estando?
¿o acaso es conocida en el condado 
la dama de Shalott?
Sólo los segadores muy temprano,
cuando siegan ya maduros los granos,
escuchan ecos de un alegre canto
que desde el río llega, alto y claro
hasta las mil torres de Camelot:
Bajo la luna el segador trabaja,
apilando haces en las eras altas.
Escucha y murmura: "es ella, el hada,
la dama de Shalott".

II
Ella teje una tela día y noche,
tela mágica de hermosos colores.
Ha oído murmurar un rumor, sobre
una maldición: ay como se asome
y mire lejos, hacia Camelot.
No sabe que maldición pueda ser,
ella teje y no deja de tejer,
y otra cosa no hay que pueda temer,
la dama de Shalott.

Moviéndose sobre un espejo claro
que cuelga frente a ella todo el año,
sombras del mundo aparecen. Cercano
ve ella el camino que serpenteando
conduce a las torres de Camelot;
Allí el remolino del río gira,
y descortés el aldeano grita,
y de las mozas las capas rojizas
se alejan de Shalott.

A veces un tropel de alegres damas,
un abate, al que portan con calma,
o es un pastor de cabeza rizada,
o de largo pelo y carmesí capa,
un paje se dirige a Camelot;
y a veces cruzan el azul espejo
caballeros de dos en dos viniendo:
no tiene un buen y leal caballero
la dama de Shalott.
Pero en su tela disfruta y recoge
del espejo las mágicas visiones,
y a menudo en las silenciosas noches
un funeral con plumas y  faroles
y música, iba hacia Camelot:
O venían, la luna en su camino,
amantes casados de ahora mismo;
"Estoy enferma de tanta sombra", dijo
la dama de Shalott.
III
A tiro de arco del alero de ella,
él cabalgaba entre la mies de la era;
deslumbraba el sol entre hojas nuevas,
y ardía sobre las broncíneas grebas
del valiente y audaz Sir Lancelot.
Un cruzado al que arrodillado puso
con la dama por siempre en el escudo,
brillaba en el campo amarillo, junto
la lejana Shalott.
Brillaba libre enjoyada la brida:
una rama de estrellas imprevistas
colgadas de una Galaxia amarilla.
Sonaban alegres las campanillas
mientras cabalgaba hacia Camelot:
y en bandolera, plata entre blasones,
colgaba un potente clarín. Al trote,
su armadura tintineaba, sobre
la lejana Shalott.
Bajo el azul despejado del cielo
refulgía la silla de oro y cuero,
ardía el yelmo y la pluma del yelmo,
juntas como una sola llama al viento,
mientras cabalgaba hacia Camelot:
Así en la noche púrpura se viera,
bajo cúmulos sembrados de estrellas,
un cometa, cola de luz, que llega,
a la quieta Shalott.
Su frente alta y clara, al sol brillaba;
sobre los pulidos cascos trotaba;
por debajo de su yelmo flotaban
los bucles negros, mientras cabalgaba,
cabalgaba directo a Camelot.
Desde la orilla, y desde el río,
brilló en el espejo de cristal,
"tralarí lará" cantando en el río
iba Sir Lancelot.
Dejó la tela, y dejó el telar,
tres pasos en su cuarto ella fue a dar,
ella vio el lirio de agua reventar,
el yelmo y la pluma ella fue a mirar,
y posó su mirada en Camelot.
Voló la tela, y se quedó aparte;
se rompió el espejo de parte a parte;
"la maldición vino a mi", gritó suave
la dama de Shalott.
IV
En la tormenta que de este soplaba,
los bosques de oro pálido menguaban,
y el río ancho en su orilla los lloraba.
Un cielo negro y bajo diluviaba
encima las torres de Camelot.
Ella bajó hasta el río, y encontróse
bajo un sauce, una barca aún a flote,
y escribió, justo en la proa del bote,
"La Dama de Shalott".
Del río a través del pequeño espacio
como un audaz adivino extasiado
y en trance, viendo ante sí su trágico
destino, y con el semblante impávido,
ella miró lejos, a Camelot.
Y cuando el día por fin se acababa,
ella se tendió, y soltando amarras,
dejó que la corriente la arrastrara,
la dama de Shalott.
Tendida, vestida de un blanco nieve
desbordando por los lados del bote
las hojas cayendo sobre ella, leves,
a través del sonido de la noche,
ella flotaba hacia Camelot.
Y mientras la afilada proa hería
los campos y las esbeltas colinas,
se oyó un cantar, su última melodía,
la dama de Shalott.
Se oyó un cantar, un cantar triste y santo
cantado con fuerza y luego muy bajo,
hasta helarse su sangre muy despacio,
por completo sus ojos se cerraron
fijos en las torres de Camelot.
Porque hasta allí llegó con la marea,
de las primeras casas a la puerta,
y cantando su canción quedó muerta,
la dama de Shalott.
Debajo la torre y la balconada
entre las galerías y las tapias
hermosa y resplandeciente flotaba,
pálida de muerte, entre las casas,
entrando silenciosa en Camelot.
Al embarcadero juntos salieron:
dama y señor, burgués y caballero,
su nombre junto a la proa leyeron,
la dama de Shalott.
¿Qué tenemos aquí ? ¿ Y qué es todo esto ?
Y en el palacio de luces y juegos
el jolgorio real tornó silencio;
Se santiguaron todos con miedo,
los caballeros, allí en Camelot:
Pero Lancelot, meditando un poco,
fue y dijo, "Ella tiene el rostro hermoso,
por gracia de Dios misericordioso,
la dama de Shalott."

26 abr 2013

La Torre de Marfil (J.Linz)


Si te muerdes

Si te muerdes las ganas
de llorar,
verás como tu vida
poco a poco se apaga.

Si te muerdes las ganas
de gritar,
verás como tu sangre
se acaba.

Si te callas.
Si te alejas de ti misma.
Si te dejas pisar
la locura se apodera de ti,
el yin te arrastra y te
                   domina.

Todo falta.

                         J. Linz

21 abr 2013

ALDOUS HUXLEY "Un mundo feliz"


“Desde luego no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo  se parezca al antiguo. El gobierno, por medio de porras y piquetes de ejecución, hambre artificialmente provocada, encarcelamiento en masa y deportación también en masa no es solamente inhumano (a nadie, hoy día, le importa demasiado este hecho); se ha comprobado que es ineficaz, y en una época de tecnología avanzada la ineficacia es un pecado contra el Espíritu Santo. Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre.” 
                                                                                                                                                   (prólogo)


14 abr 2013

Cuento tibetano


La belleza del vacío

Se trataba de un maestro que parecía obsesionado con una sola idea. Cada vez que tenía contacto con sus alumnos, les repetía la misma palabra:
    -Vaciaos, vaciaos.
Tanto insistía el maestro con esta cuestión, que sus alumnos comenzaron, secretamente, a cuestionar esta enseñanza. No veían en ella ningún sentido. Un día, respetuosamente, le dijeron:
    -Maestro, no queremos poner en duda tus enseñanzas, pero...¿podrías decirnos por qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos?
    -Cuestionar para aprender e investigar es una buena práctica. Pero no puedo responderos con una respuesta llana a vuestra pregunta. Pero les solicito que mañana os reunáis conmigo en el santuario, trayendo cada uno un vaso repleto de agua.
     Los discípulos, asombrados e incluso un poco incrédulos, siguieron las instrucciones.
     -Ahora vais a hacer algo muy simple. Golpead el vaso con las cucharas. Quiero escuchar el sonido que producen. Los alumnos golpearon los vasos. No brotó más que un sonido sordo, apagado, sin gracia. Entonces el maestro ordenó:
     -Ahora, vaciad los vasos y golpeadlos nuevamente.
Así lo hicieron los monjes. Una vez que los vasos estuvieron vacíos, volvieron a golpearlos con las cucharas. Surgió un sonido intenso, vivo, sin dudas más musical.
Los monjes intuían la enseñanza:
     -Así como un vaso lleno no emite sonidos agradables, con una mente atiborrada de conocimientos o contenidos, difícilmente llegaremos a lo esencial del ser. 

Fuente: extractos de "Cuentos Tibetanos" recop. de Yosano Sim y Pedro Palao Pons 

9 abr 2013

Cita Libro "El viejo y el mar"





“-Que va –dijo el muchacho-. Hay muchos buenos pescadores. Pero como usted ninguno.
         -Gracias. Me haces feliz. Ojalá no se presente un pez tan grande que nos haga quedar mal.
 -No existe tal pez, si usted está tan fuerte como dice.
         -Quizá no esté tan fuerte como creo –dijo el viejo-. Pero conozco muchos trucos y tengo voluntad.”



                                                                         
                                  ERNEST HEMINGWAY
                                         "El viejo y el mar"                                                                                           

5 abr 2013

ESPRONCEDA "A una estrella"






   ArribaAbajo¿Quién eres tú, lucero misterioso,
Tímido y triste entre luceros mil,
Que cuando miro tu esplendor dudoso,
Turbado siento el corazón latir?
   ¿Es acaso tu luz recuerdo triste5
De otro antiguo perdido resplandor,
Cuando engañado como yo creíste
Eterna tu ventura que pasó?
   Tal vez con sueños de oro la esperanza
Acarició su pura juventud,10
Y gloria y paz y amor y venturanza
Vertió en el mundo tu primera luz.
   Y al primer triunfo del amor primero
Que embalsamó en aromas el Edén,
Luciste acaso, mágico lucero,15
Protector del misterio y del placer.
   Y era tu luz voluptüosa y tierna
La que entre flores resbalando allí,
Inspiraba en el alma un ansia eterna
De amor perpetuo y de placer sin fin.20
   Mas ¡ay! que luego el bien y la alegría
En llanto y desventura se trocó:
Tu esplendor empañó niebla sombría;
Sólo un recuerdo al corazón quedó.
   Y ahora melancólico me miras25
Y tu rayo es un dardo del pesar;
Si amor aún al corazón inspiras,
Es un amor sin esperanza ya.
 
                   ¡Ay, lucero! yo te vi
                Resplandecer en mi frente,30
                Cuando palpitar sentí
                Mi corazón dulcemente
                Con amante frenesí.
 
                   Tu faz entonces lucía
                Con más brillante fulgor,35
                Mientras yo me prometía
                Que jamás se apagaría
                Para mí tu resplandor.
 
                   ¿Quién aquel brillo radiante
                ¡Oh lucero! te robó,40
                Que oscureció tu semblante,
                Y a mi pecho arrebató
                La dicha en aquel instante?
 
                   ¿O acaso tú siempre así
                Brillaste y en mi ilusión45
                Yo aquel esplendor te di,
                Que amaba mi corazón,
                Lucero, cuando te vi?
 
                   Una mujer adoré
                Que imaginara yo un cielo;50
                Mi gloria en ella cifré,
                Y de un luminoso velo
                En mi ilusión la adorné.
 
                   Y tú fuiste la aureola
                Que iluminaba su frente,55
                Cual los aires arrebola
                El fúlgido sol naciente,
                Y el puro azul tornasola.
 
                   Y, astro de dicha y amores,
                Se deslizaba mi vida60
                A la luz de tus fulgores,
                Por fácil senda florida,
                Bajo un cielo de colores.
_________
                   Tantas dulces alegrías,
                Tantos mágicos ensueños,65
                       ¿Dónde fueron?
                Tan alegres fantasías,
                Deleites tan halagüeños,
                       ¿Qué se hicieron?
 
                   Huyeron con mi ilusión70
                Para nunca más tornar,
                       Y pasaron,
                Y sólo en mi corazón
                Recuerdos, llanto y pesar
                       ¡Ay! dejaron.75
 
                   ¡Ah lucero! tú perdiste
                También tu puro fulgor,
                      Y lloraste;
                También como yo sufriste,
                Y el crudo arpón del dolor80
                       ¡Ay! probaste.
 
                   ¡Infeliz! ¿por qué volví
                De mis sueños de ventura
                       Para hallar
                Luto y tinieblas en ti,85
                Y lágrimas de amargura
                       Que enjugar?
 
                   Pero tú conmigo lloras,
                Que eres el ángel caído
                      Del dolor,90
                Y piedad llorando imploras,
                Y recuerdas tu perdido
                       Resplandor.
 
                   Lucero, si mi quebranto
                Oyes, y sufres cual yo,95
                        ¡Ay! juntemos
                Nuestras quejas, nuestro llanto:
                Pues nuestra gloria pasó,
                        Juntos lloremos.
 
   Mas hoy miro tu luz casi apagada,100
Y un vago padecer mi pecho siente;
Que está mi alma de sufrir cansada,
Seca ya de las lágrimas la fuente.
 
   ¡Quién sabe!... tú recordarás acaso
Otra vez tu pasado resplandor,105
A ti tal vez te anunciará tu ocaso
Un Oriente más puro que el del sol.
 
   A mí tan sólo penas y amargura
Me quedan en el valle de la vida;
Como un sueño pasó mi infancia pura,110
Se agosta ya mi juventud florida.
 
   Astro sé tú de candidez y amores
Para el que luz te preste en su ilusión,
Y ornado el porvenir de blancas flores,
Sienta latir de amor su corazón.115
 
   Yo indiferente sigo mi camino
A merced de los vientos y la mar,
Y entregado en los brazos del destino,
Ni me importa salvarme o zozobrar.